Dádivas quebrantan peñas

Por la uña se saca al león

Tras la toma de posesión en la presidencia de la Generalitat de Catalunya de su quinto máximo representante, en la actual singladura democrática, descubrir “normalidad” y “plena fidelidad al pueblo de Catalunya” se me antoja gestión harto embarazosa. En las altas esferas institucionales, quien más, quien menos, puede apreciar una violenta desproporción de apellidos “patrios”, sostenida ininterrumpidamente en este periodo democrático, que da para enfrascarse en un raudal de conjeturas. En un pestañear, se alcanza a repasar cómo se apellidan los cinco presidentes, los miembros del que será futuro Govern o los componentes de cualquiera de los Parlamentos legalmente constituidos. Sin duda alguna, entre el pueblo llano, los factores transitan por derroteros diametralmente opuestos. Como, hoy por hoy, no me derrapan las neuronas, debo admitir que este singular capricho tan desviado de la Realidad se debe a la preferencia popular expresada periódicamente en las urnas. Sin embargo, por un sí o por un no, ¿sería descabellado sostener que la multiplicidad de los Montilla, Fernández, Cañas… normalizarían nuestras instituciones públicas más conspicuas? ¿Contribuiría en este sentido que el voto computase igual, a efecto de representatividad, indiferentemente de la división del territorio en el que se deposite?, ¿desviaría el resultado final que los partidos políticos eligiesen democráticamente a sus candidatos en primarias?, ¿operaría cambio alguno el hecho de que se optase por el sistema de “lista abierta” para que, en última instancia, siempre fuera la voluntad general quien determinase los miembros de cada partido político? ¡Vaya usted a saber! No obstante, sacaremos algo en limpio si en esta legislatura se acomete de una vez para siempre una Ley Electoral que anteponga la persona al territorio y en partido político, la democracia al totalitarismo. En suma, sé que para muchos ultracatalanistas se arma un trepe, cuando se advierte que en Catalunya “normalizar” las instituciones públicas, en lo tocante a apellido y “llengua” “patrio”, significa, paradójicamente, desempeñar la acción contraria a la que el sentido común indica. Créame, mi intención no es dar la tabarra, pero resulta que en toda tierra de garbanzos, seis gansos y seis gansas son… doce gansos.




2 Comentarios

el martes, enero 04, 2011 Anonymous Observador dijo ...

En català diem 'qui no té feina el gat pentina' i aquesta és la impressió que em dona llegir aquests somnolents comentaris, que, a més d'aquest bloc, pul·lulem per diferents diaris digitals.

Estranya que una persona que es mostra o vol convèncer que és molt coneixedora de vida política catalana, utilitzi en els seus escrits un idioma aliè. Vull suposar que no deu ser per desconeixement sinó per la seva pertinaç voluntat per esdevenir un quintacolumnista dintre la societat catalana.

 


el viernes, enero 07, 2011 Anonymous Anónimo dijo ...

En respuesta al comentario anterior.
Muchos críticos coinciden en que Federico García Lorca, con sólo unos meses de estancia en una ciudad (New York) más poblada que Catalunya en su conjunto, supo reflejar como nadie la realidad político-social de la mega-urbe. Sin embargo, no lo hizo en inglés ni en híbridos y complejos códigos lingüísticos como el spanglish, el chabacano o el chamorro; vaya, que lo hizo en lo que usted denominaría idioma “aliè” (ajeno). Concluyo con una evidencia que parece contrariar aún a muchos conciudadanos nuestros, Catalunya carece de lengua propia por más que se empecinen nuestros representantes políticos en traerlo a colación en cada estatut que redacten y sancionen con solemnidad decimonónica. Los catalanes, no; cada uno de nosotros tenemos la que nuestros ascendientes quisieron legarnos. Posteriormente cada cual es libre de repudiarla o llevarla a gala como hace un servidor de usted.
Sin otro particular, un cordial saludo, el infrascrito
Eduardo González Palomar

 


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