Dádivas quebrantan peñas

¿Me lo explicáis?

En la antigüedad griega, los mensajes podían formularse con más o menos fortuna, podían descansar en un lenguaje corrosivo o bien lo contrario e incluso podían ir acompañados de un dejo que iba de grandilocuente a jocoso. No obstante, éstos podían ser descodificados con suma facilidad. Sirva como referencia el encuentro dialéctico entre dos filósofos coetáneos de la época antes mencionada: Hipias, en cierta ocasión, recriminó a Sócrates que éste dijera las mismas cosas que años atrás a lo que éste replicó que hacía algo peor que eso, que no sólo decía siempre las mismas cosas sino que además acerca de los mismos temas. Como el paso del tiempo todo lo altera, los mensajes, desde esa época, han cambiado significativamente los registros. Tanto esto es así en la actualidad que para individuos, como quien esto escribe, que no se caracterizan por poseer un despejado caletre, en las más de las ocasiones el mensaje nos queda por intrerpretar de forma satisfactoria. El campo de la Política está colmado de mensajes que corroboran de modo enormemente ilustrativo aquello que modestamente trato de reflejar. Se erige en un ejemplo perfectamente representativo de ello un mensaje emitido, hace escasos días, desde cierto partido independentista donde se conminaba a sus oponentes, adscritos a un partido político de tendencia ideológica diametralmente opuesta, a hacer aquello que convenía a los primeros puesto que si no se avenían a razones crecería el número de independentistas desmesuradamente en las siguientes elecciones. ¿Soy vosotros capaces de advertir el matiz que arroja luz sobre comunicaciones de este jaez?, ¿sí?... pues un servidor, la verdad, no da para tanto.