Dádivas quebrantan peñas

Carta abierta a Marius Serra

Asiduo lector de "La Vanguardia", un servidor, que lleva a gala su doble condición de "ciudadano de Catalunya" intentará modestamente, a título personal, despejar aquellas dudas que asaltan al excelente escritor Màrius Serra en su artículo de opinión editado hoy, día siete del presente mes de marzo de 2006.
El nacionalismo del conjunto de España está (ya, por iniciativa propia; ya, forzado por las circunstancias) en un derrotero que lo ha de abocar a la desaparición. Hoy por hoy, camina indefectiblemente, incluso de buen grado, por la senda de la cesión de competencias en aras de un espacio europeo de convivencia cuyas barreras entre ciudadanos cada día quedan más difuminadas. Fue Ortega y Gasset quien afirmaba, como "espectador", que España no era sino una abstracción política e histórica. Todo lo expuesto anteriormente, en modo alguno, significa que este específico nacionalismo no se le deba de ir reconduciendo en momentos puntuales con el firme propósito de neutralizarlo.
Mientras que el nacionalismo del conjunto de España pierde vigor por sí mismo; otro nacionalismo, el catalán, ha estado radicalizando sus acciones seguro de no tener que rendir cuentas en una sociedad que hasta hace escasos meses parecía estar estratégicamente desactivada. Su inequívoco objetivo no ha sido otro que lograr que la abstracción, de la que nos hablaba el filósofo y ensayista, tome cuerpo. Es decir, trocar aquello inexistente en algo real e incluso tangible. Un cuarto de siglo de sugestiva reprogramación que aboca a un nacionalismo a sostener que quien se opone a aceptar el "hecho diferencial" -entre ampurdaneses y maragatos, entre los primeros y renanos o entre los segundos y mandingas- es un retrógrado, no resulta a priori tan fácil de reconducir. Quienes tachan, sin arrobo alguno, de anticatalanes a aquellos que osen preferir la abolición de fronteras a su proliferación requieren infinitamente más atención, ¿no le parece, señor Serra?

Sin otro particular, un cordial saludo, el infrascrito

Eduardo González Palomar.