Dádivas quebrantan peñas

De hito en hito 1

En mi opinión, los políticos catalanes viven desde hace demasiado tiempo instalados en el absurdo más injustificable. Quienes dirigen los órganos rectores de Catalunya parecen haber dado la espalda a los problemas reales de los ciudadanos al tiempo que exhiben su simpar encanto por vivir inmersos en controversias quiméricas e insustanciales. Hoy por hoy, en el Parlament brilla por su ausencia otra fuerza política que no se declare, de modo más o menos explícito, nacionalista o, en su defecto, que no actue como tal. Por consiguiente, nuestros representantes políticos muestran, sin ambages, un apego desmesurado a profesar una ideología que se sustenta en lo efímero, en lo artificial, en distanciarnos de nuestros semejantes creando unas diferencias que a todos los efectos no existe: vaya, en el nacionalismo más recalcitrante. Obvian que, mientras las provincias, regiones (autónomas o no), países, en definitiva... las fronteras, son algo que sólo adquiere consistencia como real en la esfera de mentes previamente programadas o interesadas; los individuos, no. Pretender que aceptemos de buen grado que los territorios han de poseer ciertos derechos históricos, a mi juicio, no es menos que un insulto a la inteligencia de cualquier ser humano. Naturalizarse de un lugar no ha de ser mucho más que establecer los bártulos en cualquier rincón y que todos los demás cambios que deban operarse en los ciudadanos vengan obligados por las circustancias palmarias y no por leyes arbitrarias e impositivas. En aras del interés de los individuos se ha de rehuir de utopías nacionalistas que dedican la mayor parte de sus esfuerzos a dar cuerpo a unas ideas, casi nunca tangibles, que sólo han existido y podrán existir en el abstracto mundo del pensamiento. Sírvase, a modo de botón de muestra, de desbrozar a qué destinan nuestras instituciones los recursos de que las dotamos los contribuyentes. Deslindar del monto, la parte asignada a solventar las necesidades perentorias para la población, se nos mostraría como una empresa harto difícil. Cuando lo racional invitaría a que no hubiera lugar al desbroce de partidas que se apartaran de lo más elemental para la ciudadanía.

Un cordial saludo.