Dádivas quebrantan peñas

Matar liebres para valientes

También, en esta Comunidad en la que nací, Catalunya, concurren inumerables aficionados a hurgar en la memoria sólo en ciertos estratos, vaya, que hay quien presenta una acusada inclinación a rendir vehemente culto al ideal nacionalista en abstracto auxiliándose de un sesgo histórico. Aquí, asimismo, se dan cita quienes abogan por un orden que establezca la supremacía de un colectivo sobre otros por el mero hecho de comunicarse en un determinado código lingüístico o abrazar una ideología con un fervor superlativo. Bajo este pabellón, abundan aquellos que, encauzados por la senda de la "monomanía oficial", apenas sí se detienen a reflexionar sobre la palmaria realidad reinante. Ante este panorama, a nadie sorprenda que haya individuos especialmente interesados en que el ciudadano de a pie esté absorto en disquisiciones estériles en tanto los primeros medran al socaire del poder. Cuántos, hoy por hoy, cuestionan si todo cargo público es copado por el aspirante más cualificado o por el "hermanísimo" de turno. Quién exige explicaciones sobre las subvenciones públicas, provenientes también de infinidad de contribuyentes de maltrecha economía, concedidas a empresas cuyos dueños amasan colosales fortunas. Qué hijo de vecino recrimina al partido que votó su apatía para denunciar la escandalosa disparidad de salarios existentes entre cualquier dirigente político y el peor retribuido de los peones. Cuándo nuestros líderes, en estos días de asueto, sin dejar de mostrar su preocupación por los muchos viajeros que han visto frustradas sus vacaciones en cierto aeropuerto de postín, han mostrado estupefacción por el altísimo porcentaje de conciudadanos que, instalados en los umbrales de la pobreza, ni tan siquiera podrán gozar de unos días de esparcimiento anual junto a sus familias con la finalidad de que cuadren sus presupuestos domésticos mes a mes... ¿Y si los más desfavorecidos de esta sociedad dejasen de matar liebres para valientes?