Dádivas quebrantan peñas

Majar en hierro frío

Sucede que, cuando un servidor contempla en derredor, repara en que acá, en nuestro ámbito más inmediato -local, comarcal, autonómico (Catalunya)- no halla, a falta de la pretendida y quimérica objetividad de los medios de comunicación gubernativos, medios de titularidad pública que acometan la información desde vertientes ideológicas al margen del nacionalismo. Esta porfiada tendencia, que quien humildemente esto escribe no recuerda que se hubiese desviado un ápice de postulados muy concretos en lustros, ha producido una desunión tal, entre ciudadanos y los medios oficiales, que no parece vaya a ser contrarrestada fácilmente, aunque se siga por la senda del incremento exponencial de los fondos económicos que reciben de nuestras partidas presupuestarias. A quién le pasaría por alto que en nuestros informativos resonasen ecos del jaez: "No parece que la limitación de figuras institucionales que nos defiendan de los anómalos funcionamientos de la administración autonómica, que se desprende del nuevo estatuto, vaya en beneficio de los ciudadanos" o un "Parece incomprensible, cómo las autoridades toleran, de laxo modo, que grupúsculos afines, receptores de subveciones públicas, pinten consignas y adhieran carteles o pasquines allá donde les viene en gana, incluso en aquellos espacios no habilitados para tal fin" y así, chano, chano, se podría poner colofón con un "Harto pueril resulta que, aquellos que tanto rigor aplican en hacer cumplir la Ley en aquellos apartados de importancia nimia, esgriman excusas banales para eludir cumplirla en otros de parecida importancia, pero que les son menos de su agrado". Vaya, de haber sido testigo de algo tan improbable, no les quepa la menor duda, que aun trascurridas décadas, lo rescataría de la memoria cual si fuese la infausta ocasión en que, por vez primera, un servidor, dio de bruces con la discriminación de la que se puede ser objeto por parte de las propias instituciones.