Dádivas quebrantan peñas

Agudo como punta de colchón

La retórica a la que echan mano los nacionalistas, por inconsecuente, rara vez cala hondo en quien no es sacristán de amén. En ocasiones, basta con detenerse a analizar someramente sus mensajes, a modo de letanías, las más de las veces, tachonados de victimismo, de requerimientos sin fin, para poner en entredicho su verdad suprema. Por sus pasos contados, a qué hijo de vecino no le han espetado el sonsonete de que cierto estado (España) no reconoce mínimamente la pluralidad cultural o lingüística de la totalidad de su territorio, a quién no le suena aquello de que la periferia está dejada de la mano de Dios u otros latiguillos de jaez semejante. Lo que más sorprende del caso es que son aquellos que para sí aplican leyes que dictaminan como lengua propia la de unos sobre la de todos en instituciones y medios de comunicación públicas. Los mismos a los que la periferia (Valle de Arán), por causas obvias, les vuelve la espalda de forma inequívoca en el referéndum celebrado recientemente con unos índices de participación notoriamente más paupérrimos que en el resto de la Comunidad Autónoma (Catalunya). Así que, ¡mucho ojo, que la vista engaña!; sin embargo, la realidad alecciona que es un primor.




El guante está echado

La terquedad de ciertos políticos por encaramarse al poder en Catalunya nos ha deparado, de unos años a esta parte, una alianza contra natura (Tripartito) que convendría poner entre paréntesis. Aquellos que, como un servidor, frisamos esa edad en que la inmensa mayoría de acontecimientos extravagantes que nos cuentan resuenan en nuestros oídos con cierta reminiscencia, estamos en disposición de atribuirle al Tripartito el mérito de lograr que nuestra capacidad de sorpresa, a estas alturas de la vida, siga despabilada. Este corto período de tiempo ha dado para que menudeen quienes han elaborado inventarios interminables de crisis políticas, situaciones luctuosas, hechos grotescos... a los que ha dado pie este singular juego de coalición que, para mayor escarnio de los ciudadanos, amaga con reeditarse. Iniciaron su singladura probando ventura con un nuevo Estatut que, amén de crear un conflicto en el seno de la sociedad (como se pone de manifiesto en los enfrentamientos casi cuerpo a cuerpo entre personas de distinto signo político), ha terminado por disolver la unidad de acción de las formaciones que crearon el Tripartito. Quizá, el enclave de nuestra geografía donde esta desunión política y social se ha hecho más patente es en la villa de Manlleu (20000 habitantes). En su consistorio, una moción de apoyo al Estatut, presentado a referéndum, de CiU apoyada por el propio partido, como es obvio, PSC y PxC fue perdida por los votos en contra de ERC y PP y la inestimable abstención, no obvia en este caso particular, de IC-V. No obstante, lo asombroso, a tenor de las pintorescas situaciones arriba mencionadas, es que existe, a lo que parece, quien apuesta por el Tripartito para el siguiente asalto por aquello de que... peor es "meneallo".